Como cada martes, el aula de clases estaba llena. Pasaban ya diez minutos de la hora de inicio cuando el profesor entró. Resguardado por la pizarra verde comenzó a dictar su clase magistral semanal: una verborrea continua de dos horas y repetida año tras año desde ya hacía más de 15 en la universidad.

Al transcurrir no más de media hora, una atrevida alumna alzó la mano. Su smartphone que empleaba para estar siempre online con sus amigos lo usó ese momento para contrastar una información que el profesor daba con tanta vehemencia.

La alumna quería interrumpir al profesor para precisar y ampliar la información que lanzaba a la clase. Después de tanta insistencia, el profesor la escuchó y atónito asintió con la cabeza. Lo que decía la chica era cierto.

Verdad multipantalla

Desde ese instante, el profesor supo que “su verdad” no era la de todos, y que entre todos podían construir una nueva verdad. No peor, ni mejor, sino una verdad más plural, con múltiples puntos de vista y, por supuesto, multipantalla.

Esta narración, que puede ser una anécdota sin más, es la preocupación de muchos profesionales de la educación, es un síntoma de lo que pasa hoy en institutos y universidades.

En ese escenario se conjugan la actitud de los estudiantes en conjunción con las pantallas cotidianas para el ocio y también para el estudio: conviven entre nosotros teléfonos inteligentes, tabletas, consolas de videojuegos, ordenadores portátiles, pizarras electrónicas, etc., capaces de inundar nuestro tiempo en complejas transacciones de entretenimiento, de estudio y trabajo: portables, rápidas, ubicuas y en tiempo real. Operaciones de recepción pero, sobre todo, operaciones de ida y vuelta: un diálogo constante, realista y que necesita de mucha atención.

El profesorado de nuestros institutos y universidades sabe que las pantallas cotidianas no solo son para el ocio; saben también, y cada vez más, que se están incorporando al aula. No hablamos de una práctica extendida –ni bien entendida–, pero lo que sí es cierto es que las pantallas suscitan mucha preocupación en los institutos y universidades.

Igualmente, muchos padres/tutores en casa no saben cómo controlar el tiempo de exposición de sus menores, pero tampoco saben cuándo lo usan para el estudio. El consumo multipantalla se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza en el ejercicio del control parental, aunque esto sea un tema diferente al que nos ocupa.

Tecnología para ampliar conocimiento

Es cierto que (las ya no) nuevas tecnologías amplifican la experiencia en la adquisición de conocimiento: la información es dinámica (videos, chat), colaborativa (entre todos se pueden construir contenidos –wiki–), inmediata (evaluación continua, contacto constante) y, por supuesto, nuestros alumnos pueden acceder a un universo de información de diferentes calidades.

Pareciera que el profesorado debería estar a la vanguardia de la tecnología. Desde hace varios años, las universidades europeas están inmersas en el llamado Espacio Europeo de Educación Superior, cuyo objetivo es dotar al viejo continente de un sistema universitario homogéneo, compatible y flexible que permita a los estudiantes mayor movilidad, transparencia y calidad mediante sistemas de evaluación que lo hagan atractivo y competitivo en el ámbito internacional.

Competencia digital profesional

Existe el consenso de que los docentes son las figuras clave para la aplicación con éxito de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en la escuela. Algunos investigadores hablan de la necesidad de una mejor interpretación de la competencia digital profesional que tenga en cuenta aspectos sociales y culturales en relación con la tecnología, las escuelas y la profesión docente.

Otras investigaciones hablan de que la competencia digital docente trasciende de la formación individual del profesorado. Así, el marco europeo incide en que el profesorado tiene que capacitar al alumnado en la aplicación de las tecnologías digitales de “forma crítica y responsable en cuanto a información, comunicación, generación de contenido, bienestar y resolución de problemas”.

Solo buenas intenciones

Pese a las buenas intenciones, se ha detectado que las propuestas carecen de un enfoque pedagógico que sirva de base teórica de los mismos, según investigadores españoles. Concluye este estudio que aún existe mucho por hacer en cuanto a la formación del profesorado en TIC que les facilite estrategias para el desarrollo de estas habilidades.

En este sentido, la innovación docente está en la agenda de las universidades. Se trata de un espacio para compartir experiencias y conocer nuevas metodologías de trabajo con nuestro alumnado. También para reconvertir viejas prácticas donde podamos educar, evaluar y hacer seguimiento de la formación de nuestros jóvenes, dentro del complejo panorama de convergencia digital.

Hace falta aclarar que la ecología de medios es amplia y muta con facilidad; en cambio, las dinámicas metodológicas lo hacen a menor velocidad. Se trata de estructuras con una vida útil mayor que tal plataforma y aplicación o cual programa.

He aquí el problema: cómo hacer compatibles los ritmos de aprendizaje (de digestión lenta) con los avasallantes cambios tecnológicos de las (ya no tan) nuevas tecnologías (cambiante oferta, pulsional y breve) e ir incorporándolos a las rutinas pedagógicas, a la forma de adquisición de conocimiento. Y es que ahora el conocimiento parece más visual, colaborativo, y lúdico, donde se conjugan los sentidos, diferentes formatos y lenguajes.

Mejoran la formación de los alumnos

Las pantallas han venido para quedarse, sean en forma de smartphone, tableta o de relojes inteligentes. Conviven entre nosotros como interfaces de contacto y diálogo para el ocio, la educación y el trabajo. Las (ya no tan) nuevas tecnologías nos permiten conjugar nuevas dinámicas en la formación de nuestro alumnado.

Así que, a la pregunta de si nuestros jóvenes tienen mayores competencias en el uso –y abuso– de las TIC, la respuesta parece obvia. Lo que no tiene por qué tener una mente joven en expansión es la capacidad de discernir, contrastar y tener criterio sobre el consumo multipantalla.The Conversation

 


Héctor Navarro-Güere, Profesor titular doctor. Área de especialización: convergencia digital, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.