En los análisis de la educación española, y en su comparación con los resultados de los países más avanzados de la Unión Europea en esta materia, ha predominado un discurso políticamente transversal, proclive a la disculpa o a la autocomplacencia.

Se ha restado importancia a la posición retrasada de España y se ha atribuido, con frecuencia, dicha posición a su desventaja socioeconómica y a su desfase secular en cuanto al nivel de alfabetización de la población adulta.

Estos razonamientos se han combinado, asimismo, con los avances notorios experimentados por nuestro país en cuanto a escolarización desde la instauración de la democracia. Se trata, pues, de argumentos basados en algunos hechos ciertos –aunque incompletos– que gozan, por ello, del beneficio político de su aceptabilidad.

Por delante pese a sus desventajas sociales

La comparación de España con Portugal, en lo concerniente a los resultados de sus respectivos sistemas educativos, ofrece entre sus atractivos el de poner a prueba el grado de validez de los anteriores posicionamientos.

El país vecino ha padecido como nosotros los efectos de una dictadura militar, ha arrastrado un retraso histórico superior al nuestro, dispone de un inferior grado de riqueza medido por el PIB per cápita y un índice de nivel socioeconómico y cultural más bajo. Y, a pesar de todas esas desventajas comparativas, Portugal obtiene mejores resultados que España en la educación escolar.

Es sabido que el impacto de las políticas educativas sobre los resultados del sistema, en su conjunto, se deja sentir en el medio y largo plazo; de ahí que, a efectos de comparación –sea de un país consigo mismo, sea con los demás–, resulte más seguro analizar series históricas, cuando menos a lo largo de una década.

Jóvenes con educación secundaria superior

Las figuras 1 y 2 presentan un ejercicio de análisis de ese tipo sobre dos indicadores relevantes de resultados educativos: el porcentaje de jóvenes de entre 25 y 34 años de edad que han completado, al menos, el nivel educativo de la educación secundaria superior y la tasa de abandono educativo temprano, respectivamente.

Figura 1. Evolución del porcentaje de jóvenes de entre 25 y 34 años que han completado, al menos, el nivel educativo de la educación secundaria superior (CINE 3-8) en España, Portugal y Unión Europea. Años 2010 a 2019. Fuente: López Rupérez, F.; García García, I. A vueltas con la equidad en educación. Madrid: UCJC.

Tasa de abandono escolar

Resulta de especial interés detenernos en la evolución de la tasa de abandono educativo temprano cuyo objetivo 2020 se fijó para España hace una década en el 15 %, frente al 10 % del conjunto de la Unión Europea. Portugal, al final de este año, habrá logrado el nivel más exigente y España no habrá conseguido ni tan siquiera ese otro nivel adaptado.

Figura 2. Evolución del abandono educativo temprano en España, Portugal y Unión Europea. Años 2010 a 2019. Fuente: López Rupérez, F.; García García, I. A vueltas con la equidad en educación. Madrid: UCJC.

Resultados en PISA

Por otro lado, PISA ha efectuado un análisis de la evolución del comportamiento de cada país participante entre su primera oleada (2000) y la última (2018). El diagnóstico de dicha evolución para España, según la materia considerada –Lectura, Matemáticas o Ciencias–, es “plana” o “negativa”, mientras que para Portugal es “positiva” o “constantemente positiva”.

¿Por qué Portugal ha adelantado a España en educación? A la vista de las evidencias empíricas disponibles, la respuesta más plausible a dicha pregunta es: por el grado de consistencia y de acierto de sus políticas.

Un enfoque estratégico sólido

Por ejemplo, en el año 2012 el gobierno de Aníbal Cavaco Silva amplió la obligatoriedad de la enseñanza a un periodo de 12 años (6-18 años). Por sus efectos masivos, por su impulso ecualizador de los territorios y por su naturaleza de política de Estado es altamente probable que algunos de los resultados analizados más arriba estén vinculados a esa decisión alineada, en su momento, con una recomendación genérica del Parlamento Europeo.

La OCDE, a propósito de su análisis experto sobre la reforma que ha puesto en marcha Portugal para rediseñar sus currículos, efectúa la siguiente valoración sobre la educación portuguesa: “Portugal ha adoptado un enfoque estratégico sólido para la reforma educativa”.

“El país comenzó el proceso concibiendo los resultados que el sistema educativo debería buscar para sus alumnos, basándose en evidencias sobre las condiciones propias del contexto del siglo XXI. Formuló estos objetivos en un plan estratégico coherente.

Portugal ha logrado un acuerdo general sobre sus planes de reforma a través de consultas, debates y comunicaciones cuidadosas que han sido bien gestionadas y exitosas. Al buscar el asesoramiento de expertos, las aportaciones de los actores y la comunicación y el debate abiertos, el país ha invertido en la continuidad del plan de reforma por parte de los futuros gobiernos. Y parece estar abierto a la retroalimentación y al aprendizaje de las lecciones derivadas de las evidencias que han surgido sobre sus éxitos y sus debilidades”.

La calidad de la gobernanza

Más allá de las políticas concretas, hay un rasgo muy general del caso portugués que cabe inferir de lo anterior y que explicaría todo lo demás. Y es, pura y simplemente, la calidad de la gobernanza del sistema educativo. Eso es también lo que, particularmente en esta nueva era del coronavirus, España debería ser capaz de lograr.The Conversation


Francisco López Rupérez, Director de la Cátedra de Políticas Educativas, Universidad Camilo José Cela

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.